BATALLA DE AYACUCHO


INDEPENDENCIA CONSEGUIDA O CONCEDIDA

Héctor Vargas Haya

El título es una frase que pertenece al historiador Heraclio Bonilla, autor de la obra “Metáfora y realidad der la Independencia” Entre otras consideraciones históricas, concluye que la Independencia del Perú no fue conseguida, sino, concedida, es decir, lograda por terceros y contra la voluntad de los peruanos. Su afirmación versada en hechos tangibles, coincide con la del historiador Raúl Porras Barrenechea, quien en el texto “Mitos, tradición e Historia del Perú” sostiene, entras cosas que “La Guerra de la Emancipación” abundan las Mememorias de los generales y auxiliares extranjeros, que vinieron al Perú a luchar por la Independencia, como Cócrane, Miller, O´Learry, Arenales, Brandsen, O´Connor, López, Guido, Heres, y otros, que la contribución peruana es mínima.

En la Batalla de Ayacucho del 9 de diciembre de 1824, fueron, mayoritariamente, ejércitos extranjeros procedentes de Venezuela, Colombia, Ecuador y el escuadrón de Granaderos argentinos, los guerreros que mayoritariamente lucharon contra el ejército realista integrado por españoles y criollos peruanos adictos a la Corona Española. Era innegable demostración la tendencia peruana, que desde 1821, se adhirió a la instalación de una Monarquía Constitucional, que el propio San Martín se había visto obligado a proponer, ante la anarquía protagonizada por los peruanos y comprobar que no se daban las condiciones libertarias en la Declaración de la Independencia que él lideró. Esta realidad se patentiza en las Memorias de Andrés García Gamba, quien sostiene que en Lima no era ardoroso el entusiasmo emancipador, revelados en los documentos del Libertador, creador de la Sociedad Patriótica, cuyo fin era el de actuar a favor de la Monarquía y alimentada contra la Independencia por todos los sectores.

De dichas Memorias aparece que el presidente de la Sociedad Patriótica y vocero de la monarquía era el general Bernardo Monteagudo, el del levantamiento del 25 de mayo de 1809 en Chuquisaca; que la nobleza peruana poseía enormes haciendas y casonas solariegas reveladoras de holgura, vida, perezosa y tranquila, renuente a la Independencia había notificado no dar ni un peso para secundarla. Que Pezuela organizó la conferencia de Miraflores, en septiembre de 1820, en la que fue planteada la coronación de un príncipe de España, con las firmas de Hipólito Unanue, Justo Figuerola, el Conde de Vista Florida, Salazar y Baquíjano y otros.

Basadre, en su libro “Sultanismo, Corrupción y Dependencia”, afirma “salvo excepciones, los peruanos se inclinaron a favor de la fórmula monárquica hispano-peruana, que Bolívar luchó no sólo contra los españoles, también, contra los peruanos. El Perú no tiene un héroe nacional de esa época, la Independencia y las guerras que inmediatamente siguieron, crearon un vacío social, cosa que no ocurrió en otros países como Chile, donde hubo una esencial continuidad”

La resistencia hacia la Independencia ya había sido conocida por Bolívar, quien en su Carta escrita en Jamaica, el 6 de septiembre de 1816, al exaltar a otras naciones suramericanas, lanzó estas severas frases: “El Perú, por el contrario, encierra dos enemigos de todo régimen justo y liberal: oro y esclavos, el primero lo corrompe todo, el segundo está corrompido por sí mismo. El alma de un siervo, rara vez alcanza a apreciar la sana libertad y se enfurece en los tumultos o se humilla en las cadenas”……”supongo que en Lima no tolerarán los ricos la democracia, ni los esclavos y pardos libertos la aristocracia, los primeros preferirán la tiranía de uno solo…….”El Virreinato del Perú, cuya población es de un millón y medio de habitantes, es, sin duda, el más sumiso”. Son, sin duda, expresiones drásticas, pero reflejo de una realidad.

Expresiones muy severas y despiadadas, pero, sin duda una realidad. Hasta el Himno Nacional del Perú fue rectificado en tres oportunidades. La última y reciente letra es una suerte de demostración de arrepentimiento contra las duras frases y al mismo tiempo, humillantes, que en nada enaltecían al honor nacional. Pues bien, desde entonces transcurrieron 198 años y la anarquía peruana no concluye, lo que nos demuestra que, quizá no fue deseable la transferencia del Virreinato a La República, y quizá se perdió la oportunidad de que el Perú fuese una Monarquía Constitucional, tal como el propio San Martí llegó a proponer, convencido de que habían estado dadas las condiciones libertarias. Es oro tema que siempre merecerá ser analizado.


¿INDESEADA INDEPENDENCIA?

Héctor Vargas Haya

QUE NO FUE POSITIVO el tránsito del Virreinato a la República, lo demuestra el desorden y la gran corrupción aparecida, tan pronto como el Perú se desligara de la Corona Española. Fue tan escandalosa e incontenible la descomposición moral de la flamante sociedad peruana, que anunciaba algo incontenible y pernicioso, que obligó al Libertador San Martín a proponer que el Perú fuese una Monarquía Constitucional, presidida por un Príncipe Europeo, hasta que en la naciente república, se dieran las condiciones para que, en algún momento, cambiara el país de estatus político. Pero, tan pronto como se difundió la propuesta, surgieron las interesadas voces de los postulantes a liderar el país a su manera y usanza. Por supuesto, fue mayoritaria la oposición a la acertada propuesta sanmartiniana, que fácilmente fue derrotada mediante calculadas maquinaciones, reflejadas hasta en acciones e alta traición contra el Libertador. Encabezada por el coronel José de la Riva Agüero y Sánchez Boquete, supuesto aliado de San Martín, a quien lo traicionó, aprovechando su transitoria ausencia, pues de San Martín había viajado a Colombia, para entrevistarse con Bolívar. Fue en ese lapso que el indicado coronel Riva Agüero, se alzó en armas desde Balconcillo, impuso en el Congreso su ascenso a general y luego a mariscal. Fue en ese lapso,, y por toda gratitud, terminó disolviéndolo. Desde entonces, el ejemplo golpista cundió, se sucedieron las conspiraciones militares, impusieron el caos, las malas artes, la corrupción, después de convertir a la naciente República, en gigantesco cuartel, al que el país fue sometido durante más de siglo y medio, larga etapa de retroceso institucional, pero de progreso de la rapiña

No es una herejía sostener que el Virreinato significó integración, disciplina, respeto a la ley, a las buenas costumbres y control contra prácticas ilícitas. El caos y la corrupción, aparecieron con la República, lo que obligó a San Martín a pronunciarse a favor del retorno a la dependencia bajo una forma monárquica, presidida por un príncipe europeo. Transcurridos doscientos años de desorden, de corrupción, de crisis política, es incuestionable la marcada diferencia entre la etapa republicana y el Virreinato, en el que primó el orden; no era segregacionista, como sí lo es la República centralista, cuya capital, calificada de “Virreinal”, es meca del dominio político que concentra absoluto de poder económico, fiscal, financiero, con todas las ventajas negadas al resto del territorio. Si el Virreinato dependía de la Corona Española, y el Perú era una colonia, sin embargo, hubo un trato uniforme, tendencia a la ilustración y la cultura, primaba la disciplina y respeto a la moral, desaparecido a partir de 1821. En el Virreinato no había corrupción; una prueba de ello es que, por ejemplo, el contrabando estuvo controlado por el sistema conocido con el título de “almojarifazgo”, derivado de la voz griega, almojarife: autoridad fiscalizadora inexistente en la etapa republicana, e inflexibles jueces denominados “oidores” imponían inflexible autoridad. Gran parte de todo eso fue abandonada después de la Independencia.

Durante la etapa republicana se perdió hasta el concepto de patria, lo demuestra la facilidad con la que se negoció con el territorio, a favor de naciones vecinas; en cambio, durante la Colonia fue intangible: antes de la Declaración de la Independencia el territorio medía tres millones, ochocientos mil kilómetros cuadrados, hoy reducido a 1’285,000 km, resultado de turbios tratados. En doscientos años, sólo crecieron la población, la informalidad, la pobreza y el éxodo de los habitantes de las Regiones hacia Lima, esperando ilusamente encontrar a la panacea de sus agobiantes problemas.

|Durante la etapa virreinal sólo rigió la Constitución de Cádiz, del 19 de marzo de 1812, a la que, debido a la ignorancia de no pocos, cuando no, a subalterna xenofobia hispánica, se le resta su innegable importancia, sin reparar en que la historia constitucional del Perú y de América comenzó con dicha Constitución, de una gran trascendencia, porque fue la primera en 1812, en el Perú y en todo el Continente Americano, hecho histórico que se oculta por apasionamientos xenófobos que conducen a deformar la Historia en una suerte de conducta cerril. La Constitución de Cádiz, fue promulgada el 19 de marzo de 1812, durante la Monarquía de España y el reinado de Fernando VII. Fue jurada y publicada en Lima, entre los días 2 y 4 de octubre de ese mismo año, y con fervor se cantó el Himno Nacional Peruano. En las actas de juramento aparecen cuarenta y nueve (49) diputados del Continente Americano, nueve diputados peruanos, ante las Cortes de España, electos el 24 de marzo de 1812: José Antonio Navarrete, Secretario; Ramón Feliú, Antonio Suazo, Dionicio Inca Yupanqui, José Lorenzo Bermúdez, Pedro García Coronel, Manuel Rodrigo y Vicente Morales Duárez, quien llegó a ser Presidente. Una avenida en Miraflores lleva su nombre. La historia constitucional del Perú y de América comenzó con la Constitución de Cádiz, de 1812, y tal como lo puntualiza, Vicente Ugarte del Pino, en su “Historia de las Constituciones del Perú, no se puede prescindir de lo que significó base histórica, pues porque pretender un conocimiento a fondo de la historia del constitucionalismo americano, prescindiendo del estudio de la primera Constitución que rigió en América, es como ver una obra de teatro, ingresando al final del segundo acto.